Día Internacional de ¿la Madre Tierra?
- Vecinos Autoconvocados
- 22 abr
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 1 may
Hoy, 22 de abril, se conmemora el Día Internacional de la Madre Tierra, una fecha que debería invitarnos a la reflexión, pero que corre el riesgo de convertirse, una vez más, en un gesto vacío, edulcorado por los mismos sistemas que están llevando al planeta al colapso. En un contexto de devastación ecológica acelerada, extinciones masivas de especies —la primera ocasionada por el propio ser humano—, colapso climático, extractivismo descontrolado y mercantilización de los territorios, ¿qué celebramos realmente?
El nombre del día, “Madre Tierra”, merece también una crítica profunda. La feminización del planeta no es inocente: en muchas culturas, la Tierra ha sido representada como madre, fértil, dadora de vida. Pero en una sociedad regida por valores patriarcales, esa feminización simbólica no trae reverencia ni respeto. Por el contrario, bajo esta lógica, lo femenino es lo que puede ser explotado, dominado, violentado. La Tierra, en tanto “madre”, se convierte en un cuerpo colonizado, una superficie disponible para la extracción sin límites, al igual que lo han sido históricamente los cuerpos feminizados, racializados y empobrecidos.
Se romantiza la relación con la “Madre Tierra” mientras se dinamitan montañas, se envenenan ríos, se incendian bosques, se perforan entrañas en búsqueda de petróleo, litio o cualquier otro recurso que pueda sostener el estilo de vida de unos pocos a costa del sufrimiento de millones. Es el mismo relato que sostiene la violencia contra las mujeres: amor a la madre, pero abuso a la mujer real; respeto al símbolo, pero destrucción del cuerpo.
La Tierra no es un ser vivo que grita ni sangra. Tampoco es una madre que sufre en silencio. Es un sistema complejo de ecosistemas, es la casa común de todas las formas de vida que la habitan. Por eso urge abandonar las metáforas que la humanizan y la feminizan, y comenzar a tratarla como lo que realmente es: una red interdependiente de vida que requiere respeto y protección.
No es posible hablar de defender la Tierra si no se defiende a quienes la habitan. El planeta no es una abstracción: es un entramado de territorios vivos habitados por millones de especies interdependientes, vulnerables al modelo extractivista. Lo habitamos nosotros, como especie, y también los demás animales no humanos. Proteger la Tierra implica proteger a todas las vidas que la componen. Invisibilizar a los animales no humanos diluyéndolos en el concepto de “naturaleza” es negarles su condición de sujetos con intereses y derechos propios. Nada nos otorga la potestad sobre el planeta: somos parte de su complejidad, no sus dueños. Por eso, defender la Tierra desde una mirada antropocéntrica no solo es incoherente, sino ineficaz.
El colapso ecológico no es solo consecuencia del capitalismo desenfrenado, sino también del antropocentrismo que lo sostiene: esa ideología que pone al ser humano por encima de todo, como centro y dueño de la existencia, habilitando la devastación sistemática del planeta y de todos los seres que lo conforman.
Hoy no es un día para plantar un árbol y seguir como si nada. Es un día para denunciar, para rebelarse, para exigir justicia ecosocial y antiespecista. Porque no hay “planeta B” ni romanticismo que pueda salvarnos si no enfrentamos de raíz al sistema que hace del ecocidio una política de Estado, del saqueo una forma de progreso, y de la vida no humana una mercancía descartable.
Comments